No debe haber animal humano que no haya oído hablar de la mujer que albergaba en su casa de unos 70 mts2 más de 60 animales de distintas especies en unas condiciones deplorables. En esta ocasión no hablamos de unsíndrome de Noé, si no de tráfico de vidas. Estos animales , 2 ninfas, 2 tortugas, 1 hurón y más de 50 perros de distintas razas existían para ser o bien usadas y usados para ciar o bien para ser distribuidos por distintas tiendas para su posterior venta. La noticia llega a la prensa nacional e internacional y el escándalo es muy notorio. Pero entre insultos y condenas, no poco merecidas,a la artífice de todo este circo, la sociedad saca a relucir su verdadero yo. Esa parte en la que damos a entender que no entendemos nada, esa en la que, una vez más, se demuestra que sin educación y sin atacar el problema del abandono y maltrato animal desde la raíz sólo conseguimos sacar animales de las calles para dejar más espacio que ocuparán otros animales y vuelta a empezar.  Un círculo vicioso de nunca acabar.

  Y no acabará nunca porque de todas las familias que adoptan, encuentran, compran o acogen un animal, un altísimo porcentaje no tiene ni idea de lo que supone convivir con un animal y en el porcentaje de los que si saben lo que supone, nos encontraremos otro altísimo porcentaje que no se responsabilizará hasta el final porque lo que nos han inculcado es que es «sólo un animal» .  Pero no es culpa del que pone su buena voluntad, nadie les ha informado, nadie les ha dicho la verdad, sin embargo si que se escucha cada vez más alto la ternura que entraña compartir tu vida con un animal. Un animal que sin nosotros no hubiera conocido la «felicidad». Eso es lo que se transmite y no son poco graves las consecuencias.  Protocolos de adopción obsoletos, falta de recursos en las asociaciones y protectoras, poco personal voluntario que lleve un seguimiento, instituciones que por lo general no ponen las cosas fáciles, …. Esa es la realidad con la que nos encontramos a la hora de gestionar una adopción y esa la facilidad con la que alguien, que no tiene ni idea de la capacitación que necesita para dar ese paso, amanece conviviendo con un animal.

Aún así la protección animal está calando fuerte. Fuerte pero no hondo que es como debería de calar. Conozco el barrio donde ha ocurrido esta atrocidad, parte de mi infancia la pasé allí, un pequeño barrio ,como un primitivo arrabal de la ciudad que parece querer aferrarse a las viejas buenas costumbres como salir con la silla a la fresca en verano o bajar a la plaza a jugar. Tengo muy buenos recuerdos, un barrio de edificios de tres plantas sin entresuelos y casas bajas.  Un barrio donde hoy por hoy los vecinos aún no son completos desconocidos.  Sin embargo una vecina ha llegado vivir, y hacer vivir, en esas condiciones que no se huelen en las noticias pero si cuando colindan las puertas y nadie lo ha sabido frenar. No llego a entender que vivamos en una sociedad donde la persona con la que te cruzas cada día para comprar el pan coleccione miseria y asfixie vidas sin que antes nadie hubiera dado la voz de alarma o que se haya dado pero nadie la haya escuchado.  Denuncias que no llegan porque claro «es vecino del barrio y conozco a su familia y no quiero problemas»,  o que caen en el olvido porque «señora no se puede hacer nada porque tienen comida y agua», asociaciones que se hacen cargo de perros porque dice no poder hacerse cargo de ellos,  leyes que no exigen trazabilidad de los animales que se gestionan (Y ya es triste hablar de trazabilidad en un animal) , no se muy bien donde pero en algún punto todo falla ,y no seré yo la que desmerezca la actuación realizada. pero desde luego ya es hora de analizar como se puede llegar a ese extremo sin que  nadie se percate o ,lo que es peor, que nadie haga nada. No cabe celebración hasta que este tipo de casos extremos, no tan infrecuentes, no tengan cabida en esta sociedad. Pero entonces empieza la segunda parte del juego y de nuevo lo que debería ser una labor conmovedora se convierte en un hecho que perpetúa el que no dejen de existir las personas que vean como negocio la cría y venta de una vida y se froten las manos con ello.  El aluvión de llamadas, mensajes o comentarios ha sido tal que  ha hecho desbordar la taza de la sensibilidad social hacia los animales. Lineas colapsadas, adoptantes de debajo de las piedras, hasta algunos, demasiados diría yo, con licencia para realizar la acción del día pero a la carta, detallando color, tamaño y edad. «No se crean que situaciones como esta no se dan muchas veces en la vida, poder mostrar al mundo mi bondad adoptando un animal que viene de situación de riesgo pero de raza, justamente de esa raza que siempre he querido tener y nunca he podido comprar.»  ¿Qué más se podría pedir? . Pues es sencillo, lo que se puede pedir es que la coherencia y la sensatez social se implantara en este planeta.  No se trata de desmerecer ni sentenciar a los perros de raza, faltaría más, no considero que ellos estén precisamente en una situación de ventaja frente a los mestizos o bastardos, se trata de desmerecer esa bajeza humana que llama interesándose en adoptar «uno de los perritos que han salido en el noticiero» , esa bajeza humana a la que se le explica que esos perros están en cuarentena y  forman parte de un proceso judicial y por lo tanto no pueden ser entregados en adopción pero que en el albergue hay otros muchos perros pequeños que están sanos, han pasado la cuarentena y están listos para salir en adopción, en muchas ocasiones ni se recibe respuesta a esta propuesta. Esto no es nuevo, nada que no veamos en el día a día del proteccionismo pero es tan triste que no acaba de dejar de doler.   Y no crean que no pretendo que todas nos demos por aludidas, pues si pensamos que mis palabras van dirigidas «al de al lado» no nos harán reflexionar. Y de verdad que necesitamos parar y reflexionar. Aunque de nuevo considero que no es culpa de esas personas, de nuevo me pido el comodín del desconocimiento, el no conocer la realidad de cerca pero querer convivir con un ser que forma parte de esa realidad, el ser víctima de la imagen que nos venden en las redes sociales  las cuales  nos muestran el momento heroico del rescate y se olvidan de enseñarnos todo lo que supone después, el día a día, la verdadera responsabilidad y el verdadero espíritu heroico.  Creo que para involucrar de verdad a la sociedad es imprescindible hacerla partícipe y con esta premisa considero que sería muy enriquecedor para todas las partes que toda aquella persona que esté interesada en adoptar pero sea desconocedora que cuales son los criterios más apropiados y a tener en cuenta a la hora de saber que animal es el que se vaya adaptar a nosotras, independientemente de si es raza o no, sería muy pero que muy enriquecedor, o por lo menos determinante, que tuvieran que realizar un periodo de voluntariado en un albergue en contacto con los animales que allí viven un mínimo de tres meses. Así no habría que convencer a nadie sería la propia persona la que ya estaría preparada para empezar a prepararse para convivir con un animal o no. No se crean que desde que salió la noticia y la lista de espera de adopción para ellos es interminable no pienso a cada momento que al otro lado de un televisor, un transistor o un periódico habrá algún desaprensivo o desaprensiva que esté considerando comprarse una parejita de perritos para darle a la multitud lo que pide a gritos, para criar y sacarse unos euros. Se acercan las navidades, fechas delicadas pero con días suficientes por en medio para que, si crees que quieres convivir con un animal, te acerques a un albergue y los conozcas de verdad. Así también entenderás que las ninfas, los hurones y las tortugas también pueden sufrir maltrato, aunque la prensa no lo nombre. MAr Puig Cinco Hocicos marpuig@cincohocicos.com
QUE TODO EL MUNDO SE ENTERE...

1 comentario

  1. Totalmente de acuerdo. Culpables quienes no legisla bien, culpables lxs vecinxs que miran para otro lado, que como en la violencia de género, antes decían que lo que pasa detràs de una puerta no le interesaba a nadie. Culpables quienes siguen clasificando a los animales, comprándolos como meros objetos a los que se piede devolver o tirar cuando se cansan de ellos. En el sistema algo falla, y cuesta vidas

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